Permítanme, por una vez, apartarme de la crónica fría y objetiva. Hoy necesito que este rincón sea un refugio donde volcar mis nervios, mis emociones, mi corazón desbordado. Porque aquí escribe un bético al que todavía le cuesta creer lo que ha vivido. Seguro que no estoy solo. Otros, sin embargo, al acabar los 120 minutos se abrazaron con desconocidos en la feria. También están los que se quedaron en casa, en silencio, mirando al cielo y dedicando esta noche a los que nos miran desde el cuarto anillo. Da igual cómo lo hayas celebrado. Lo único que importa es que el Betis… nuestro Betis… estará en la final europea el próximo 28 de mayo en Breslavia.
Euforia. Emoción. Nervios. Tristeza. Orgullo. Alegría. Quien haya visto el partido, sabe que en algún momento sintió todas esas emociones. Porque este ha sido nuestro bautismo en noches grandes, de las que no se olvidan. Y ahora podemos gritar que ha merecido la pena. Pasar a una final europea no iba a ser fácil. Ahora, con la clasificación en la mano, decimos que el fútbol es maravilloso. Pero si la moneda hubiera caído del lado de la Fiorentina, hoy estaríamos diciendo que fue cruel. Y no nos faltaría razón, porque el Betis, mi Betis, fue superior en el cómputo general.
Algunos pensaban que la falta de experiencia en estas alturas de competición sería un lastre. Pero nada más lejos. Los de Pellegrini salieron al campo con el aplomo de quienes ya han estado ahí mil veces. Como si llevaran diez semifinales a las espaldas.
De hecho, las primeras ocasiones fueron verdiblancas. Antony fue un martillo pilón durante toda la primera mitad. Inspirado, descarado, imparable. Probó a De Gea con un disparo raso que obligó al portero a lucirse. Fue el preludio de una obra de arte: falta que él mismo lanza y coloca en la escuadra, como si el balón tuviera escrito su destino. Golazo. 0-1. La final, más cerca… o eso creíamos.
Porque la Fiorentina, como esas pesadillas que regresan cuando menos las esperas, empató apenas cuatro minutos después. Gosens, solo en un córner, hizo el 1-1. Un jarro de agua fría… que no apagó la llama bética. La respuesta fue inmediata: un misil de Johnny Cardoso al larguero que casi vuelve a adelantar al Betis.
Pero el fútbol, caprichoso y cruel, tenía guardada otra bofetada: otro córner, otro cabezazo de Gosens, y el 2-1. Empate en la eliminatoria. Cada balón parado era una plegaria. Más de un Padrenuestro cayó en cada córner. Y el descanso se convirtió en un respiro necesario, en un momento para recomponer el alma.
La segunda parte fue una montaña rusa de emociones. Mendy entró por Bartra y estuvo sublime. Cuando faltaban piernas, aparecía el corazón. Cuando faltaba fútbol, surgía el coraje. El Betis jugó al fútbol… y al otro fútbol. No cayó en las provocaciones de un Ranieri al que, al final, le tocó morderse la lengua. El cuadro sevillano rozó el empate en una doble ocasión que De Gea desbarató, erigiéndose como héroe local.
El tiempo reglamentario murió con los dos equipos temiendo cometer un error. Y entonces, llegó la prórroga. Treinta minutos más de sufrimiento para unos corazones ya exhaustos.
Y la prórroga nos regaló dos palabras: redención y resurrección. La redención de Ruibal, que tuvo que reinventarse como delantero y bajó un balón como si llevara toda la vida jugando ahí, para habilitar a Antony. Y la resurrección… la resurrección de Ez Abde. Él, que había pasado de invisible a imprescindible, recogió ese pase y la mandó a la red. Un gol que ya es historia. Un gol que nos devolvió el alma al cuerpo.
La Fiorentina volcó todo su orgullo al ataque. Y el Betis, resistiendo con uñas, dientes y corazón, tuvo en las contras la opción de matar el partido. Abde rozó el doblete con un disparo al palo que aumentó el dramatismo. Pablo García, el canterano que lleva el Betis tatuado en la piel, entró en los últimos minutos para aportar frescura y descaro. Él era la representación viva de cada bético que soñó con este momento. Pura poesía.
Y entonces, el pitido final. Y con él, la catarsis. La alegría desbordada. Y también las lágrimas. Porque sí, algunos lloramos. Y no nos avergonzamos. Porque es un llanto distinto: un llanto de júbilo, de alivio, de liberación. De saber que después de tanto, nos lo merecíamos. Que la espera valió la pena. Y lo mejor… es que el sueño continúa. Demos gracias al Señor por ser del Betis. Nos vemos en Polonia.
Ficha técnica:
2.- ACF Fiorentina: De Gea; Pongracic, Comuzzo, Ranieri; Dodò (Colpani 106′), Mandragora (Zaniolo 106′), Adli (Richardson 46′), Fagioli (Folorunsho 88′), Gosens (Parisi 95′); Gudmundsson (Beltrán 95′) y Kean.
2.- Real Betis: Fran Vieites; Sabaly (Bellerín 86′) (Pablo García 114′), Bartra (Nobel Mendy 58′), Natan, Ricardo; Johnny Cardoso, Fornals (Sergi Altimira 91′); Antony, Isco, Lo Celso (Abde 58′); y Bakambu (Aitor Ruibal 91′).
Árbitro: Glenn Nyberg (sueco); con Pol van Boekel y Clay Ruperti (neerlandeses) en el VAR. Amonestó a los locales Dodo, Richardson, Kean, Fagioli, Ranieri y Folorunsho y a los visitantes Fornals, Natan y Ruibal.
Goles: 0-1 (30′) Antony; 1-1 (34′) Gosens; 2-1 (42′) Gosens; 2-2 (97′) Abde.
Incidencias: partido correspondiente a la vuelta de la eliminatoria de semifinales de la UEFA Conference League disputado en el Estadio Artemio Franchi de Florencia (Italia), ante unos 22.000 espectadores, entre ellos cerca de dos millares de aficionados del Betis. Sólo había capacidad para medio aforo por obras en el coliseo de la ciudad toscana. El Betis ganó por un global de 3-4.