Alfonso Pérez Muñoz, fue uno de los mejores jugadores y de más calidad de la era contemporánea del Betis. Ídolo de la afición, debido a su entrega y pundonor en el terreno del juego, unido a su gran calidad, regaló al beticismo, innumerables tardes de gran espectáculo en el Villamarin. Jugó en el conjunto verdiblanco durante dos etapas, la primera va desde el año 95 hasta el 2000 y la segunda desde el 2002 hasta el 2005. Participó en un total de 197 partidos y anotó 69 goles, convirtiéndose en uno de los máximos goleadores verdiblancos en primera división.
Alfonso llegó en Junio de 1995 a Heliópolis, como cedido por parte del R.Madrid siendo casi un desconocido para la hinchada verdiblanca, ya que tras un prometedor estreno una lesión truncó la progresión del canterano madridista.
Desde el primer momento se vio que estábamos ante un jugador distinto, ya en su estreno con el conjunto bético lo dejó claro, anotando 2 goles ante el Zaragoza en el Villamarin.
Poco a poco se fue ganando a la afición verdiblanca, que empezaba a verlo como un gran ídolo, en esa campaña jugó 35 partidos y anotó 12 goles, algunos tan bellos como el de la eliminatoria europea ante el Kaiserslautern.
Al término de la campaña el madrileño hizo las maletas y volvió al R. Madrid, pero tras una pretemporada un poco decepcionante para él, regresó al Betis, ya como jugador en propiedad, para jugar la mejor temporada de su carrera, la 96-97.
En esta temporada el conjunto bético lucha por entrar en Europa, acabandola como 4º clasificado y como subcampeón de la Copa del Rey. Alfonso juega 41 encuentros y anota la cifra de 25 goles y es sólo superado en su carrera por el pichichi por un Ronaldo de otro planeta. Por el Villamarin, ya sonaba esa histórica cancioncilla, de «bonitos son los goles de Alfonsito» cada vez que marcaba. Fue también la temporada en la que innovó unas botas blancas, que formará parte de su historia.
Las lesiones fueron un calvario para el madrileño ya que a mediados del 98 sufrió una grave lesión estando con la selección española que duró hasta mediados del 99, año en el que juega su última temporada en el Betis, que acabó con el descenso del club a segunda.
Poco después en el 2002, volvería a Heliópolis, en esta última etapa participó poco, debido en parte a las lesiones que siempre le acompañaron, aún así disputó 45 partidos y marcó 10 goles. En 2005, finalmente se retiró no sin antes sacarse la espinita del 97, proclamándose campeón de Copa con el conjunto bético.