Abuelo, ¡somos campeones de Copa!

Abuelo, ¡somos campeones de Copa!

Corría el año 2009. El Real Betis Balompié había sufrido un doloroso descenso en la última jornada la temporada anterior y daba con sus huesos en Segunda División. ¿Quién no recuerda aquello, verdad? Qué momento más amargo. Las paradas de Asenjo por aquel entonces en el Valladolid y ese empate a 1 nos condenaba de nuevo al pozo.

Para afrontar el reto del ascenso, el Real Betis se encomendó a Antonio Tapia, y en su plantilla tenía jugadores interesantes como Pavone, Sergio García, Capi, Melli…entre otros. El conjunto verdiblanco iniciaba el retorno a Primera (algo que no pudo conseguir), por aquel entonces en el Manuel Ruíz de Lopera, contra el Córdoba un 29 de Agosto de 2009. Pocos días antes, habría un acontecimiento en mi vida que me marcó para siempre.

Mi abuelo, que por aquellos tiempos tenía 85 años, era un apasionado del fútbol a la vieja usanza. Él era de fútbol de radio y ver los partidos en la televisión con su copita de vino tinto y su tapita de queso. En aquellos tiempos no lo sabía, pero a su manera era un especie de «Misterchip». Aglutinaba libretas y cantidad de papeles donde anotaba resultados, partidos, goles…De la Selección Española, del resto de equipos españoles, y por supuesto, de su Betis. Qué pena que con las mudanzas parte de esa «herencia» se haya perdido.

Como muchos les habrá pasado, su abuelo ha sido el responsable de meter el veneno verdiblanco que nos corre por las venas. Mi caso, como no puede ser de otra forma, es así. Responsabilidad compartida con mi padre, que fue el primero en llevarme al Villamarín cuando tenía 6 años. Pero creo que la primera piedra la puso mi abuelo. Con su fanatismo, quinielas, calendarios y beticismo que siempre había en su casa.

Mi abuelo, con sus 85 años, ya arrastraba algunos problemas de salud. Un ictus años atrás mermó mucho sus capacidades físicas y debilitó una salud ya resentida, necesitando ayuda para muchas de las actividades de la vida diaria. Días antes de que se celebrara la Jornada 1 contra el Córdoba, mi madre decide llevarlo a las urgencias del Hospital de Villamartín porque no lo encontraba bien. Tenía los pies muy hinchados, cada vez más le costaba moverse y lo más conveniente era recibir los cuidados médicos para que su estado mejorase.

Como era lógico, el personal médico decidió dejarlo ingresado y allí permanenció un tiempo. A los pocos días de su ingreso, fui a verlo con mi padre. Cuando entramos en la habitación, ahí estaba él. Con sus pies vendados, algo alicaido, pero sus primeras palabras al verme fueron las siguentes:

– ¿Cómo ha quedado el Betis, niño?

– Ha ganado 3-0 al Córdoba. Eso pude decirle entre lágrimas porque veía que su caso no pintaba bien.

Fueron mis últimas palabras con él. A los pocos días, concretamente el 5 de Septiembre, mi abuelo se fue. Sus riñones dejaron de funcionar, y tras eso, un fallo multiorgánico me dejaba sin un loco del fútbol. Sin un apasionado del Betis y enamorado de la ciudad de Sevilla, que siempre traía algún regalo verdiblanco para mí cuando iba en Navidades.

Quien me conoce sabe que soy un pasional y, aunque suene exagerado, el Betis es una de las cosas más importantes de mi vida. Yo tuve el privilegio de vivir la final en Sevilla, conseguir entrada para ver el partido en el Villamarín, y empaparme (porque el sábado por la tarde llovió bastante) de beticismo y de más amor por las trece barras gracias a un ambiente increible. Pero me faltó una cosa. Poder contarle a mi abuelo qué habíamos ganado. Qué eramos campeones de la Copa del Rey.

Soy una persona creyente que piensa que después de esta vida a veces dura y otras veces dulce, hay algo más allá. Mi esperanza y mi deseo es que hayas visto todo esto desde allí arriba. En ese famoso cuarto anillo donde hay miles de béticos. Y aunque seguro que ya lo sabrás, que sirvan estas líneas, abuelo, para decirte, qué ¡somos campeones de Copa!

Seguro que habrás sufrido y disfrutado a partes iguales. Y espero que haya sido como siempre, con tu vino tinto y con tu tapita de queso. Gracias por hacerme bético. Te echo de menos.