La eternidad según Joaquín

La eternidad según Joaquín

Qué más se puede decir de Joaquín que no se haya dicho ya. Estos días han sido un aluvión de momentos, de imágenes y de palabras al capitán verdiblanco, que han convertido su despedida en un acto multitudinario que pueden haber marcado un antes y un después en el fútbol español.

El adjetivo de «leyenda» se ajusta perfectamente a la trayectoria y a la carrera del portuense, aunque haya gente de la acera de enfrente que se empeñe en despreciar e infravalorar el paso por el balompié del 17 verdiblanco. En el verde, ha sido un futbolista descomunal, con una condiciones que lo convirtieron en su día, y no exagero, en uno de los mejores extremos de Europa. La finta y el sprint, el regate, el desborde, el amago, la velocidad. El parar y volver a arrancar. El dejar defensas en el suelo y poner el centro perfecto. La clase, la calidad, el duende, todo aglutinado en un dorsal que se ha hecho eterno.

Pero si grande ha sido su desempeño en el césped, igual ha sido fuera de él. Su forma de tomarse la vida, la gracia, el humor o su carácter ha hecho que Joaquín Sánchez haya transcendido. Haya traspasado fronteras y haya llegado a mucha más gente. Se haya convertido en algo universal. Transmisor de valores. Y eso es muy complicado. Dejar huella en la vida como lo ha hecho el portuense está al alcance de algunos genios. De un selecto club al que «el pisha» pertenece.

Lo de Joaquín ha emocionado a todos, porque todos sentimos a Joaquín como algo nuestro. Muchos hemos crecido viendo sus regates y cabalgadas por la banda derecha. Jugábamos en la plaza del pueblo intentando imitarlo. Repetíamos sus regates en la calle con una camiseta del Real Betis, queriendo ser algún día como él. Así se forman los ídolos, con la admiración y el respeto que ha permanecido intacto tras 23 años como profesional.

Hubo una etapa que Joaquín cambió de colores, pero su corazón seguía latiendo verdiblanco. Valencia, Málaga y Fiorentina, pero aunque jugara con otra camiseta, siempre veíamos a Joaquín el del Betis. Por eso su vuelta en 2015, desató la locura en el beticismo. Volvía el hijo pródigo, el niño de El Puerto. El que se fue dejando al Betis con una Copa del Rey en sus vitrinas y escuchando el himno de la Champions en el Benito Villamarín. Volvía a un Betis herido, que vagaba por tierras inhóspitas que daba más decepciones que alegrías. Pero al final, se ha retirado como cuando se marchó tras su primera etapa. Con un título de Copa del Rey más en su poder y dejando al Real Betis Balompié en Europa.

La retirada de Joaquín ha sido tan sentida, porque es como si una parte de nosotros se retirara con él. Ese niño que alucinaba con sus jugadas y regates, también se ha marchado. Se va un futbolista único, irrepetible, un ejemplo a seguir. No habrá nadie más como él. Pero no importa, Joaquín es eterno.